Esfínteres: control y
autoritarismo
Si estuviéramos en una isla
desierta con nuestros niños, y contempláramos al bebé humano, con la misma
celeridad con la que observamos a los animales, constataríamos que el control
de esfínteres real se produce mucho más tardíamente de lo que nuestra sociedad
occidental tiene ganas de esperar. Lamentablemente, en lugar de examinar
cuidadosamente cómo suceden las cosas, elaboramos teorías que luego pretendemos
imponer esperando que funcionen.
Hemos impuesto a los niños el control de
esfínteres alrededor de los dos años de edad, con lo que este tema se ha
convertido en todo un problema. Si observáramos sin prejuicios el
proceso natural, estaríamos ante la evidencia de que los niños humanos la
realizan después de los tres años, algunos después de los tres años y medio, o
incluso después de los cuatro años. ¡Qué importa!
Sin embargo los adultos -sin pedir
permiso a los niños- ¡Les sacamos los
pañales mucho antes! Esto significa que les arrebatamos el sostén, la
contención, la seguridad, el contacto, el olor, agregándoles la exigencia de una
habilidad para la cual no están aún maduros. Que el niño nombre “pis” o caca”
no significa que cuente con la madurez neurobiológica para controlar dicha
función.
Sacar los pañales porque “llegó el verano”, decidir que ya
tiene dos años y tiene que aprender,
responde a la incomprensión de la especificidad del niño pequeño y de la
evolución esperable de su crecimiento. Cabe preguntarnos porqué los adultos estamos tan ansiosos y preocupados por la adquisición de esta habilidad, que como otros aspectos en el desarrollo
normal de los niños, llegará a su debido tiempo, es decir cuando el niño esté
maduro.
Controlar esfínteres no se aprende por repetición, como leer y escribir. Se adquiere naturalmente cuando se está listo,
como la marcha o el lenguaje verbal.
Ahora bien, si no estamos dispuestas a rendirnos ante la
sabiduría del tiempo interno de cada niño,
las mamás lucharemos contra los pis que se escapan, las bombachas y
calzoncillos mojados, las sábanas y colchones al sol, los pantalones
interminables para lavar, mientras acumulamos rencor, hastío y mal humor en la
medida que creamos que nuestros hijos “deberían haber ya aprendido”. En cambio,
si dejamos a los niños en paz, después de los tres años, o cerca de los cuatro
años, (sin olvidar que cada niño es diferente) simplemente un día estará en
condiciones de reconocer, retener, esperar, ir al baño, sin más trauma y sin
más vueltas que lo que es: controlar con autonomía los esfínteres.
A mi consultorio llegaron durante
años niños con problemas de enuresis de 5, 6, 7, 8 años e incluso de mayor
edad. La mayoría de ellos, se hacen pis sólo de noche, mientras duermen.
Invariablemente les han sacado los pañales alrededor de los dos años. Los casos
de enuresis son muy frecuentes, pero habitualmente no nos enteramos porque
de eso no se habla. Total quedan como secretos de familia. He comprobado
que cuando las mamás aceptan mi sugerencia de volver a ponerles pañales (caras
de horror), los niños los usan el mismo lapso de tiempo que hubiesen necesitado
desde el momento en que se los sacaron hasta que hubiesen podido controlar
esfínteres naturalmente. Como si recuperaran exactamente el mismo tiempo que
les fue quitado. Y luego, sencillamente se acaba el “problema”. Hay padres que
opinan que “es contradictorio volver a poner un pañal una vez que se tomó la
decisión de sacarlo”. En realidad en la vida probamos, y damos marcha atrás si
es necesario y saludable. Simplemente diremos: “creí que estabas listo para
controlar los esfínteres, pero obviamente me equivoqué. Te voy a poner el pañal
para que estés cómodo, y cuando seas un poco mayor, estarás en mejores
condiciones para lograrlo”. Es sólo sentido común. Se alivian las tensiones y
finalmente el control de esfínteres se encausa.
Los niños -frente a la demanda de los
adultos- hacen grandes esfuerzos para controlar sus esfínteres, pero ante cualquier dificultad emocional -por
pequeña que sea- se derrumba el esfuerzo
desmesurado y se escapa el pis. Luego vienen las interpretaciones: “me tomó el
tiempo”, “me lo hace a propósito”, “él
sabe controlar pero no quiere”.
Entiendo la presión social que
sufrimos las mamás. Hay jardines de
infantes que no aceptan niños en salas de tres años con pañales. Hay pediatras,
psicólogos, y otros profesionales de la salud, además de suegras, vecinas y
amigos bienintencionados que opinan y se escandalizan. Pero es posible
sortearla con un poquito de imaginación: los pañales son descartables, baratos
y anatómicos, lo que les permite a los niños ir a jugar, ir a un cumpleaños, al
jardín, sin tener que pasar por la humillación de mojarse en todos lados. Hay quienes
no quieren ir al jardín a causa de la probabilidad de hacerse pis. Otros se
vuelven tímidos, otros especialmente agresivos mojando cuanta alfombra
encuentran a su paso.
Por otra parte, hacer “pis” no es
lo mismo que desprenderse de la “caca”.
Muchos niños que controlan perfectamente el pis, piden el pañal para
hacer caca. Es importante que les ofrezcamos
lo que están pidiendo, porque nadie pide lo que no necesita. ¿Cuál es el motivo
para negárselo?
Yo espero humildemente que alguna
vez nos demos cuenta del grado de
violencia que ejercemos contra los niños, envueltos en exigencias
que no pueden satisfacer y que se
transforman luego en otros síntomas (angustias, terrores nocturnos, llantos
desmedidos, enfermedades, falta de interés) que hemos generado los adultos sin
darnos cuenta.
Acompañar a nuestros hijos es aceptar los procesos reales
de maduración y crecimiento.
Y si sentimos rechazo por algún
aspecto, entonces preguntémosnos qué nos pasa a nosotros con nuestros
excrementos, nuestros genitales y nuestras zonas bajas que nos producen tanto
enojo. Dejémoslos crecer en paz. Alguna
vez, cuando sea el momento adecuado controlarán sus esfínteres naturalmente,
así como una vez pudieron reptar, gatear, caminar, saltar, trepar y ser hábiles con sus manos. No hay nada que
modificar, salvo nuestra propia visión.
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