martes, 29 de abril de 2014

JUGAMOS A LAS ESCONDIDAS?



La forma más común de jugarse en grupo es la búsqueda realizada por una persona del resto de los integrantes del grupo que se han escondido mientras esta última cuenta. El "buscador", apoyando su brazo primero y después su cabeza sobre él en un lugar determinado, comúnmente un pedazo de pared llamado piedra o salvo, comienza a contar en voz alta hasta un número determinado; durante esta instancia el resto de los niños deben esconderse y cuando termina de contar el buscador comienza la tarea de descubrir a los demás. El buscador termina de contar con alguna frase ritual que da por terminada la espera. Es común por ejemplo que se diga: "punto y coma el que no se escondió se embroma". Si durante el juego algunos de los que se esconden sorprenden al buscador y llegan a tocar la piedra antes que él, puede dejar libres a todos los compañeros, dando por terminado el juego. De no ser así el juego termina cuando se descubre al último de los integrantes. Ante cada descubrimiento se debe nombrar y señalar a la persona descubierta en voz alta y luego tocar el lugar de salvo.
Los juegos de ocultamiento generan y recrean ansiedades que deben ser controladas para que el juego pueda llevarse a cabo con éxito. El alerta de quien juega a ocultarse, la evocamos con sólo recordar cuando en la infancia, escondidos detrás de una puerta, sentíamos en el pleno silencio, los pasos de alguien que se acercaba a descubrirnos, a cantar "salvo", impulsándonos a salir del escondite y correr a tocar el pedazo de pared que mágicamente se convertía en el lugar que aseguraba nuestra tranquilidad y resolvía la tensión.
El cuerpo, el movimiento, los sonidos, la visión, el espacio y el tiempo, son variables que se redimensionan en los juegos de ocultamiento.
El cuerpo: Para esconderse en un lugar hay que tener una mínima conciencia de la dimensión y el perímetro del propio cuerpo. Las primeras veces que el niño se oculta, siendo pequeño, debe hacer un aprendizaje particular que consiste en elegir un lugar que pueda albergar al cuerpo en forma total, y que no queden partes sin ocultar que lo delaten frente a la mirada atenta de quien lo busca. El Movimiento: El ocultamiento del cuerpo requiere de inmovilidad, el movimiento en el espacio del escondite podría ponerlo en descubierto. No se trata de la distensión que produce la quietud, se trata de una inmovilidad en tensión, de una inhibición forzada del movimiento que espera para abrirse en forma explosiva corriendo a "salvar" su situación, sorprendiendo al niño que intenta descubrirlo. No se trata de quien descansa, sino de quien espera alerta para salir corriendo.
Los Sonidos: Cuerpo inmóvil y en silencio. Todo ruido que se produzca puede ser usado por el buscador para orientarse en el espacio y descubrirlo. Los sonidos son indagados, interpretados, al igual que los sonidos que se escuchan desde el dormitorio en la mitad de la noche. Los ojos y la boca pueden cerrase, el cuerpo se inmoviliza, pero el oído no puede cerrarse ni inmovilizarse naturalmente. Aquí el cuerpo se orienta con relación al sonido que percibe.
La Visión: Para el buscador, la escondida implica una pérdida del control visual del otro, de quien se esconde, su tarea es encontrarlo sin alejarse del lugar donde ha contado, en cualquier momento y desde cualquier lugar puede aparecer el otro para ―cantar el salvo. Para el que se esconde también hay una pérdida del movimiento y de la palabra, debe desaparecer ante la mirada del otro, para esto se agrupa, se contrae, se estira, contiene la respiración. Es una vivencia de inquietud, de tensión. Quien está oculto no sabe cuándo y por dónde va a ser descubierto, de la misma manera que el que busca ignora la ubicación
del otro. En algunos niños esta situación de quietud, de silencio y de pérdida de la visión no es tolerada, y es ahí cuando son descubiertos. El Espacio: Las escondidas redimensionan el espacio, no son ingenuas las puertas ni los rincones, el niño busca en qué lugar tendrá cabida su existencia pronta a ser descubierta. La elección del espacio es parte esencial de la estrategia. La cercanía o la lejanía del lugar que se establece como piedra o salvo puede garantizar el éxito, así como también un buen lugar demanda de una elección previa y esta elección implica tener en cuenta no solamente el
lugar para esconderse sino el trayecto que luego hay que recorrer hasta el lugar designado como salvo (piedra). Requiere de la organización y puesta en práctica de una praxia, de un proyecto-motor, planificación y ejecución secuencial. También debemos tener en cuenta que previamente el espacio de juego, si se juega en lugares abiertos, es delimitado alrededor de la cercanía de la piedra donde el buscador debe contar. Más allá de este límite fijado está prohibido esconderse.
El Tiempo: Durante el juego, la primera vivencia de temporalidad está en el lapso
destinado a esconderse, en el tiempo que el buscador tarda en contar. El niño que no se esconde en este lapso queda descubierto. No sólo es necesario esconderse por entero, inmóvil, en silencio y en un espacio estratégico, sino que es necesario hacerlo en un tiempo determinado. Una segunda problemática se presenta cuando hay que salir de este lugar, para tener éxito hay que hacerlo en un momento preciso. El juego requiere organizar movimientos en el espacio, en un momento determinado. Otro de los fenómenos donde el tiempo cobra presencia es en la espera, y en los juegos de ocultamiento la espera se debate entre la anticipación y la demora. La espera genera ansiedad y esta se vive a nivel corporal.
Los juegos de ocultamiento posibilitan un aprendizaje del control de la ansiedad. En muchos niños prevalece la anticipación, principalmente niños con extremada inquietud, con rasgos de inestabilidad psicomotriz. La inhibición, en cambio, puede generar demoras.
Las escondidas son juegos de tensión y distensión; de ausencia y presencia; de repliegue y despliegue del cuerpo; de ver y no ver; de luz y tinieblas; de soledad y compañía; de buscar y ser buscado; de exploración y descubrimiento de los espacios; de silencio y ruido; de impresión y expresión; de movimientos lentificados y acelerados; de encuentro, reencuentro y desencuentro.


 por Daniel Camels

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